Ideas alrededor de las posiciones para parir y la sexualidad

Una mujer que conoce sexualmente su cuerpo está en mejores condiciones para elegir qué posición puede facilitar su momento expulsivo.
El conocimiento de nuestro cuerpo y nuestra sexualidad se va construyendo relacionalmente por género dentro de códigos cultural y socialmente compartidos.
Las primeras experiencias sexuales infantiles que se manifiestan en el bebe a través del placer oral en la lactancia ya van configurando un modo de relacionarse sexualmente con el mundo.
Las diferentes posiciones en el que el bebe es colocado a mamar lo comunican mas directa o indirectamente con la mirada de su mamá.
En la evolución de los patrones de movimiento el niño atraviesa diferentes posiciones hasta conquistar definitivamente la posición vertical que lo coloca en un plano de igualdad espacial frente al adulto con el que comienza a interactuar de un modo cada vez más simétrico.
Con las primeras experiencias sexuales, que van desde conductas autoexploratorias o de autoestimulación hasta las mismas llamadas relaciones sexuales, se va construyendo un sistema vincular organizado culturalmente alrededor de un sistema de relaciones de poder.
Este se expresa en todos los contextos a través de diferentes manifestaciones.
En lo que hace a la sexualidad la movilidad corporal con la que los amantes intercambian posiciones les permite a la vez participar de juegos de roles en los que cuando son flexibles posibilitan el crecimiento personal y el de la pareja.
Cuando por cuestiones culturales, específicamente de género, la mujer no alcanza su autonomía emocional, sexual, social y hasta económica, sus potencialidades se invisibilizan ante ella misma y ante los demás.
La práctica sexual es un espejo en donde se refleja claramente este fenómeno, observable en la rigidez en los cambios de roles en cuanto al registro del deseo, excitación, iniciativa y hasta en las posiciones que la pareja va adoptando en su repertorio de conductas sexuales.
No es casual que muchas parejas sólo puedan “hacerlo” con la luz apagada, o si ella está acostada en la tradicional posición del misionero.
Desde esta posición la mujer no se siente obligada a hacerse cargo de lo que está sintiendo ya que en la fantasía de ambos queda como mera receptora y depositaria del deseo del otro.
Como no ha sido habilitada para disfrutar sexualmente acepta pasivamente que “la acuesten” dejando al varón disponer de su cuerpo.
Acostada, no alcanza con su mirada a los genitales y su capacidad de movimiento se ve limitada
Pero la cuestión no pasa meramente por tal o cual posición sino por la posibilidad de movimiento que supone el estar conectada con sus impulsos y sensaciones físicas y emocionales.
Pararse o sentarse, o cualquier otra opción vertical la coloca en otro espacio de acción para el cual ella y su compañero necesitan estar preparados.
Disponer de todo el cuerpo, sin ocultamientos es aceptar mostrarse al varón con los rasgos espontáneos de ese momento más allá de las actuaciones cinematográficas sobre los desempeños sexuales (ver película Una relación particular)
La intimidad se construye de a dos en un vínculo de pares donde se confía del uso que el otro puede hacer con lo que se vive como vulnerable.
Si reconocemos que el nacimiento es un acto sexual e íntimo, la participación que tenga el médico en el mismo deberá respetar ese momento tomando en cuenta el lugar jerárquico que debe ocupar la mujer en el escenario del parto.
El espacio que ella haya elegido ocupar en su vínculo sexual de pareja condiciona el que pueda establecer con el médico en el momento de parir.
Quien pueda transitar la escena sexual por todos los lugares, y situarse desde diferentes perspectivas estará más preparada para reconocer desde qué posición abordar la experiencia de parir y hacer nacer. La horizontalidad en el vínculo con el equipo obstétrico será definitivamente la única garantía de que si elige en algún momento por la posición acostada será su elección y no del que “la acuesta”.
Nuestro planteo no es el de una posición ideal para parir, como tampoco lo sería para las relaciones sexuales, sino la “no posición”. La defensa de la movilidad que podría encontrarse hasta en la quietud.
En las tradiciones orientales existen muchas alusiones a la importancia de la variación en las posiciones coitales para el logro del equilibrio energético. (Ilustraciones de diferentes textos taoistas, s.VI d.c. en los que las mismas sirven para ajustar diferentes desequilibrios del cuerpo)
Es interesante el trabajo de Lakooff y Jonson (Metáforas de la vida cotidiana) en el que plantea cómo las metáforas orientacionales en el lenguaje dan significado a nuestra experiencia. Así FELIZ es arriba. TRISTE, abajo. Tener control o fuerza es ARRIBA mientras estar sujeto a control o fuerza es ABAJO. Estas metáforas tienen una base física y social.
Sexualidad y Poder, ideas de Foucalt.

Lic. Viviana Tobi